martes, 3 de agosto de 2010

Representatividad política

En principio, los políticos representan a sus respectivos ciudadanos, que los eligen en las urnas de forma democrática y que al fin y al cabo son los destinatarios y receptores de las medidas e iniciativas que tomen los gobernantes. Las personas depositan su confianza en los políticos por un plazo determinado de tiempo pero esto no significa ni mucho menos que cada palabra o acción de los que detentan el poder sean un reflejo exacto de lo que piensan o harían sus representados. Por lo tanto, y teniendo en cuenta el frecuente “donde dije digo digo Diego” al que se abonan muchos gobernantes en pro de pactos oportunistas e intereses electorales, no se puede culpar a los votantes de lo que hacen sus gobernantes. Al margen de acciones legales y jurídicas concretas, no hay más posibilidad de control que unas futuras elecciones, donde los errores de unos y los aciertos de otros acabarán pasando factura en ambos sentidos.

Hugo Guarra, un palurdo vallisoletano que trabaja en una empresa de ascensores, en plena confusión de términos, pretende hacer sentir culpables a los catalanes por declaraciones o iniciativas de Carod-Rovira o de ERC, como si toda su acción de gobierno fuera una copia fiel de lo que quiere la totalidad de los ciudadanos catalanes. De nuevo, la parte por el todo, aprovechar deslices, salidas de tono o errores de unos políticos catalanes concretos para insultar, despreciar u ofender a Catalunya y a sus ciudadanos. No sólo es evidente que el hecho de ser catalanes no los convierte automáticamente en peores políticos sino que también es obvio que el concepto de representatividad política es relativo. ¿O es que hay que odiar a Galicia y a los gallegos y más concretamente a La Coruña por el hecho de que fue donde nació Franco? ¿O es que los que en su día votaron al PSOE liderado por Felipe González son también responsables de la malversación de fondos y por lo tanto también merecen ser catalogados de chorizos?