miércoles, 4 de agosto de 2010

Sobre los insultos gratuitos

Nazis de Sánchez Dragó (Publicado en La Vanguardia el 9-7-2010)

En los tiempos del relativismo ético, el nazismo se ha convertido en un insultito grueso, en una mera forma de denigrar al adversario, diciéndola gorda. Aquí es nazi todo el mundo, tanto que el ejercicio de banalización del nazismo, que tamaño dislate representa, se perpetúa a ambos lados del espectro ideológico, desde las izquierdas más irresponsables, hasta las derechas más extremas, pasando por la fauna medioanarco-mediopijo-antisistema. Que Sánchez Dragó, por tanto, tilde a los catalanes de nazis en El Mundo no debería ni parecer extraño, ni indignar demasiado, no en vano estamos vacunados de tanta suciedad dialéctica. Y en el caso catalán, hace años que hemos blindado el hígado. Sin embargo, no por normal deja de ser grave que se puedan hacer este tipo de ataques denigrantes con total impunidad. ¿Por qué somos "nazis" los catalanes, según este practicante del sexo tántrico, escritor a ratos libres? Por querer que en el territorio donde hace 900 años que se habla catalán se puedan ver películas en el propio idioma, y por intentar garantizar el derecho de los consumidores a conocer, en catalán, los productos que se ofrecen en sus tiendas. Es decir, el Parlament de Catalunya y la inmensa mayoría de los catalanes que consideran normal que en Catalunya el catalán tenga garantizada una cierta presencia saludable son equiparables a unos tipos que invadieron media Europa, llevaron el planeta a una guerra mundial, persiguieron como ratas a millones de personas, las gasearon e intentaron su aniquilación colectiva. Defender, pues, democráticamente un idioma, en el propio territorio, es equiparable al asesinato de más de 20 millones de personas. Y todo esto nos lo suelta un "escritor", por supuesto, con buen rollo. ¿Pasará algo? Ni tan solo pasará que nos preocupe, no en vano, desde tiempos inmemoriales, el insulto grueso al catalán es un deporte nacional. Vale el todo vale porque, a un lado del puente aéreo callarán, y al otro lado les reirán las gracias. Lo de Sánchez Dragó, pues, sale gratis.
Por supuesto, se me ocurren algunos insultos gruesos como respuesta. Pero solo alimentaría el diálogo estomacal, cuyo último tránsito, como bien sabemos, tiene un único depositario: el water closet. Prefiero elevar un lamento sentido por los puentes rotos, por la imposibilidad de hablarnos sin denigrarnos, por no encontrar voces libres que nos respeten, incluso cuando disientan. Perdonen la insólita pregunta, pero ¿lo normal no sería que un escritor defendiera la riqueza lingüística de un Estado, y quisiera proteger a sus idiomas más débiles? ¿No deberían estar encantados de que el catalán sobreviviera? Lo sé, no hay peor pecado que el de la ingenuidad, pero a veces es un buen escudo contra el desánimo. En fin. Sólo me queda saludar a Dragó y desearle unas lindas vacaciones en Japón. Eso sí, querido amigo, que sean eternas.

PILAR RAHOLA