martes, 3 de agosto de 2010

Inmigrantes

El fenómeno de la inmigración. Aquí nos zambullimos de pleno, no ya en un terreno fangoso sino en arenas movedizas: cuanto más se patalea, uno más se hunde en ellas. A pesar de ciertas excepciones en las cuáles la religión prima sobre la sensatez, lo más común es estar de acuerdo con la libertad de circulación de personas, teniendo en cuenta además que la mayor parte de la inmigración no es voluntaria o por placer sino forzosa debido a las penurias del país de procedencia. Es también evidente que se necesita un marco de regulación y un consenso a nivel global que no coarte las libertades individuales y, en todo caso, medidas de ayuda reales e importantes en los países necesitados, es decir, solucionar el problema de raíz.

En el caso de Catalunya, se trata de una región llena de inmigrantes, muchos de ellos del resto de España, que vinieron aquí con una lengua y una cultura diferentes, y no lo hicieron precisamente por gusto o por curiosidad viajera. De acuerdo, ellos levantaron el país, se les debe un respeto y agradecimiento y de hecho son catalanes (hablen o no hablen la lengua), pero no es menos cierto que hubieran levantado el país de la misma forma (ni mejor ni peor) los que les tocaba hacerlo de forma natural en caso de no haber existido una guerra pero que no pudieron hacerlo porque habían sido ejecutados, estaban en la prisión o en un largo y duro exilio.

Los inmigrantes que vinieron a Catalunya, mayormente en los 60, lo hicieron por necesidad, y bastante tuvieron con la miseria económica y con la falta de democracia como para ocuparse de decidir en qué lengua se comunicaban y a qué identidad pertenecían. Pero hay algo que frecuentemente pasa inadvertido: Franco los utilizó hábilmente para romper la homogeneidad de Catalunya, como elemento de españolización o “desnacionalización”. Él sabía perfectamente que esta mezcla (de hecho en su momento la población de habla no catalana era superior a la catalana) debilitaba la identidad catalana en su conjunto. Los efectos de esta maniobra aún se arrastran: en Catalunya no puede existir un consenso en temas globales referentes a la identidad, como por ejemplo a la hora de reclamar la independencia. ¿Por qué? Porque mucha de la población que integra Catalunya no se ha integrado (valga la redudancia) realmente y tiene una ideología española o españolista que reduce a la mínima expresión las posibilidades de éxito de cualquier propuesta que vaya más allá. Como la población de Catalunya viene de distintas aguas, no todos reman hacia la misma dirección, que sería lo lógico si la mayor parte de la población de Catalunya estuviera formada por catalanes. Y remar hacia la misma dirección pasa por ser consciente de luchar por la plena normalización de la lengua catalana, partiendo de la premisa de la represión histórica sistemática por parte de los distintos gobiernos de cada época (y la corriente de opinión que han generado a su favor). Esto no pasaría en ningún otro sitio de la península, primero porque cualquier región menos afectada por la inmigración ha conservado una homogeneidad cultural y social que le permitiría llegar a consensos con facilidad y por otro lado porque cualquier otra región que no sea Catalunya, Galicia o el País Vasco (también una parte de Valencia) no tiene unas particularidades históricas y culturales que la diferencian del conjunto (o su sentimiento identitario nacionalista está muy debilitado) y, por tanto, se integra perfectamente en el marco de España, dentro de la cuál se identifica.

¿Se imaginan que, por cualquier otra razón o circunstancia histórica, un buen puñado de catalanes hubiera emigrado en su momento a una comunidad autónoma española donde no hubiera una lengua y una cultura propia y diferenciada de la castellana? ¿Por ejemplo Extremadura o Castilla La Mancha? ¿Se imaginan que hubiera habido mayoría catalana y que los autóctonos, gente de habla castellana, hubieran sido minoría? ¿En qué lengua se hubiera hablado? ¿Los catalanes hubieran cedido (como ya hacen cuando alguien se le dirige en lengua castellana) por el criterio absurdo del mayor número de hablantes del castellano? ¿Hubieran sido bilingües? ¿Se les hubiera considerado intolerantes, culpables de una imposición o dictadura lingüística? ¿Qué hubiera pasado si la población hubiera quedado repartida equitativamente al 50%?

Son sólo hipótesis pero sirven para ver las cosas desde un punto de vista poco frecuente. ¿Alguien se las hace o se las ha hecho?