martes, 3 de agosto de 2010

Contradicciones


Cinismo e hipocresía son rasgos cosustanciales al nacionalismo español: mientras insisten y claman indignados para que se reconozca que hay más de una Catalunya (reivindican la gente de habla castellana, en realidad lo que querrían es que esa gente fuera mayoría y españolizar Catalunya) niegan rotundamente y no quieren concebir que haya más de una España/llaman facha a alguien que agita una bandera independentista y/o catalana pero ellos pueden exhibir con orgullo su bandera española, etc...Además, ignoran que en Espanya, no sólo en Catalunya, también hay gente que no se siente espanñola y esa realidad también existe.Fuera máscaras, falsas diplomacias y pusilánimes conciliadores: la diferencia es que el españolismo es expansionista y quiere destruir todo lo que no es español, mientras que el catalanismo intenta reivindicar su cultura y lengua para que no se pierdan. El catalán no quiere imponerse en el resto del Estado, sólo se quiere garantizar que sea el idioma habitual y mayoritario dentro del territorio donde es lengua propia (en el único territorio del Estado donde es oficial, sin contar Valencia y las Islas Baleares, donde recibe un nombre distinto a pesar de ser la misma lengua). En cambio, el castellano sí se impone en todo el Estado (la propia Constitución subraya el deber de conocerlo y hablarlo) y en cambio no se ve como una imposición.

Como algunos consideran la cultura y la lengua catalanas como menores (confundiendo menor con minoritaria y además habría que analizar el concepto de menor, porque en relación a según que lenguas no es menor), sobre todo en comparación con una lengua hablada por 400 millones de personas, se asocia con algo secundario, anecdótico y sin importancia. Por lo tanto, cualquier reivindicación en este sentido será igualmente irrelevante y caprichoso. Por lo tanto, pedir cosas (productos etiquetados en catalán, películas dobladas al catalán, etc...) que una cultura y una lengua normalizadas como la castellana ya tiene, convierte a los reclamantes en radicales, nacionales o separatistas.

En resumen, cualquier paso hacia la normalización del catalán es visto como un abuso porque para ellos el catalán debería ser una lengua de segunda, de uso doméstico (es lo que querrían). Aunque sea de modo inconsciente y muchos nunca lo reconocerán públicamente, para algunos la mera supervivencia/existencia del catalán es una especie de mancha en su historial colonialista (la herencia del trauma de 1898), una afrenta por parte de una cultura/territorio que no se ha doblegado al nacionalismo español y cuyo único objetivo es algo tan normal y legítimo como preservar su lengua y cultura.