martes, 3 de agosto de 2010

Carod-Rovira

Nadie dice que Carod-Rovira sea un santo, y no seré yo quién lo defienda a capa y espada. Ha cometido errores, tanto de forma como de fondo, y quizás la ingenuidad y las ansias de poder han sido sus talones de Aquiles. Pero no es menos cierto que era justamente la persona concreta que necesitaba el nacionalismo español y la ultraderecha en general para justificar la catalanofobia a través del recurso literario de la metonimia, es decir, de la parte por el todo. Coger a Carod como representante de Catalunya y utilizarlo para atizar, ofender y humillar a Catalunya, a su lengua y cultura, cosa que es absolutamente mezquina y lamentable.

Y esto se vio en su máximo esplendor en el programa de TVE1 emitido en el 2008 “Tengo una pregunta para usted”, una magnífica iniciativa en el sentido de acercar el político al ciudadano y humanizarlo. Una señora de Valladolid (después de su intervención hizo honor a la peyorativa expresión Fachadolid) se dirigió al político con el nombre de José Luis. Es obvio que no lo hizo por error sino con toda la mala leche del mundo, con afán provocador. Al margen de la evidencia universal de que los nombres propios no se traducen (es igual de ridículo decir José Luis Carod-Rovira que Josep Maria Aznar o igual de absurdo e inconcebible dirigirse al ex presidente de los Estados Unidos con el nombre Jorge Arbusto), el político catalán tuvo una gran ocurrencia que se convirtió en argumento incontestable: si han aprendido a decir Schwarzenegger o Chevernadze, no hay motivo alguno para no haber aprendido a decir Josep Lluís, aunque la pronunciación no sea perfecta (tampoco lo es la del ciudadano español que habla francés cuando intenta pronunciar la “r”).

La señora, abrumada y sin contraargumento, se sentó, no sin antes dar un puñetazo en la mesa y diciendo en voz alta que ella nunca aprendería el catalán. ¿Es que alguien se lo había impuesto? ¿No se da cuenta que está quedando como una persona poco o nada curiosa o inquieta porque se está negando a conocer un idioma? ¿Es la mera existencia del catalán una amenaza a su vida cotidiana?
¿Es consciente que el saber no ocupa lugar y que aprender un idioma nuevo no entorpece o distrae el conocimiento de otro?

Muchos se lanzaron a la yugular de Carod (hubiera dicho lo que hubiera dicho lo hubieran hecho) diciendo que no había tenido cintura; a mí me gustaría que alguien de ellos hubieran hecho el esfuerzo de ponerse en su sitio, aquello que cuesta tanto. ¿Se imaginan cómo hubiera reaccionado un político de Castilla La Mancha si un periodista catalán le hubiera traducido el nombre y se hubiera dirigido a él en catalán sin ninguna intención de traducir su pregunta al castellano?

Para complementar la respuesta de Carod, yo diría que de la misma manera que, si en un territorio de habla inglesa un español no pronuncia jellou, jou are iou, im rait, porque antes se informa de cómo se dice (y si no sabe, pregunta, que nadie nace enseñado), un español de fuera de Catalunya no debería tener ningún problema para pronunciar Josep Lluís (cosa difícil o prácticamente imposible porque la educación en España se ha construido sobre la base de una sola lengua y una sola cultura, ignorando las demás).